Más de una vez la vi admirar su cuerpo en el espejo, tomarse los senos con las manos como las estatuillas sirias y pasarse los ojos por la piel en una lenta caricia.
RAYUELA, Julio Cortázar.
Los senos imantan las manos, porque tienen necesidad diaria de ser tocados. Las huellas y sus códigos son invocados al culto del placer. Tocarse, es como tocar la seda, la suavidad y la ternura de la vida, es bordear la montaña y surcarla una y otra vez hasta llegar a la cima, con sed.
Mirarse.
Acariciarse la piel con la mirada -propia-, lenta, como cuando cae crema de chocolate tibia sobre una montaña fría helada de vainilla.
Es sana devoción, explorarse y conocerse, saberse tierna y dócil, bondadosa, despierta y alerta como la cima del seno, que florece al tacto, al tocar su puerta, y abre, se abre con dulzura y generosidad.
Tomarse los senos en las manos y besarlos en plena caricia y agradecimiento, es un culto de adoración y cuidados por su belleza y bondad.
Creo que La Maga, no se vislumbra sin sus senos.