Dias grises

A la gente no le gusta, pero a mi me encanta, será que soy loca o anormal, ambas cosas quizás, pero no me importa, soy feliz en los días grises, cuando llueve, cuando el agua acaricia lentamente el ventanal, me fascina, lo siento tan intenso, tan puro, lleno de alma, es una delicia.

Cuando llueve, y el día es gris, es un placer salir, mojarme un poco, mirar el cielo lloviendo, tranquilo y quieto... mojar mis pies en el agua fría, correr como niña por las cunetas, y gritar cuando todos en sus casas guardan silencio.

Gritar de alegría, porque el agua me baña, me acaricia, me alimenta, me sacia y quita la sed...me encanta, me fascinan los días grises, y si de noche, nada mas acurrucador, que dormir en sus brazos.

...me encantan los dias grises.

Me creo y me re-creo en letras

En la creación hay un deleite

que supera todos los goces.

K. Gibrán

Quizás por ésta razón algunos no están entendiendo porqué le estoy dedicando tanto tiempo a las letras, quizás porque cuando me familiarizo con ellas, las comparto, las visto y las desvisto, me creo y me re-creo en ellas, encuentro un deleite que no he disfrutado en otros goces.

Me adentro en cada letra, en cada palabra, en cada verbo, en cada oración, me adentro a su alma, si, porque las letras tienen alma y espíritu, respiran, se oxigenan, mueren y resucitan, están, vuelan, juegan, comen, engordan...

En medio de éste jardín - edén, he hallado un deleite, un gozo, una fuente de agua, de vino y alimento que llena mi alma, y rejuvenece mi espíritu.

En mis manos

Vivo recuerdo...

el que llevo en mis manos

tactos momentos

que pasean por mi boca.

Alma viva

que juega con tus cuadros

espíritu alegre

cuando se abriga en las cortinas

de su encanto.

Tiempo cruel...

que va borrando

la caricia

el beso

el abrazo.

Me cuido del tiempo

y su transcurso

porque cuando queda su sombra

-la del tiempo-

quiere arrebatarte

de mi mano.

En los brazos de su compañía

Sentado en el bar, miraba por la ventana, esperaba que pasara quien estaba paseando por sus pensamientos, pero no caminaba por al frente de sus ojos, sino que se escondía detrás de sus ventanas. Pasa el mesero para preguntar, lo mira, le molesta que le pregunte; y para sacárselo de encima le dice que si, -no sabe porqué- pero le dijo que sí.

Pensaba, miraba y esperaba...nada, no pasaba quien se paseaba por sus pensamientos.

Al rato vuelve el mesero con una botella de vino tinto, (no quería la presencia del mesero a su lado), le quita la botella y él mismo se encarga de abrirla... de quitarle el corcho que es la pausa de aquella espera para dejar correr el líquido que le aprisiona el alma.

Entre copa y copa, entiende que solo aquella botella le acompaña, la toma en su mano, le acaricia, se seducen, se consumen y se beben. Viajan en sus aguas, se van evaporando y bajando los niveles del licor, de agua, de espera y angustia, hasta que su barco se estaciona al final de la botella y queda dormido en los brazos de su compañía.

Paracaidistas

Cuando se dispone, abre las ventanas de sus ojos, allí le anidan palomas, aviones y paracaidistas, es su casa, un nido, un aeropuerto. En su silencio abre las puertas, prende la alarma, y salen a volar... unos en avioncitos, otros en paracaídas, algunos tienen alas, salen a volar...

Aterrizan en sus planos, sus manos son el plano en donde aterrizan.

Así lo veo, salen de sus ventanas, bajando por las curvas de su caracol y aterrizando en sus manos, para convertirse en barquitos que viajan en su sangre, tinta roja que escribe con algas de emociones.

Escribe con agua y sangre, lluvia de tumultos, sudor y lágrimas quebrantadas, añorando un puerto, haciendo uso de un prisma, escogiendo tierra buena y cálida... para aterrizar y desbordar el bagaje que lleva en su corazón.

Devoción y arte

[R]egresando a sus orígenes, ese esplendoroso pasado en el que religión y arte, ..., eran una sola realidad.

Un demonio vigila a la niña

abril de 1892

M. Vargas Llosa

Entre la religión y el arte, el arte y la religión.

¿Van de la mano, constituyen una sola cosa?

La religión como devoción y el arte como expresión. No hablo de salvación, solo de la unión de éstas dos manifestaciones, la devoción y la expresión.

El alma es una fuente contínua de expresión, de donde emana el yo soy, las emociones, sentimientos y pensamientos, inagotables e incansables, en contínuo movimiento. Pensamos y sentimos hacia aquello y aquel que nos inspira, que nos atrae, hacia quien sentimos devoción; entonces, es necesaria la expresión a través del arte, la pintura, la actuación, la danza, la poesía. Es el medio de catarsis, de liberación.

Así, expresión es liberación.

Por eso, cuando alguien pretende callarnos, a su vez, pretende condenarnos, atarnos y degollarnos, nos quita la necesidad y el deber de expresarnos para liberarnos, -sin saber que se afecta a sí mismo-, cuando pretende callar las expresiones ajenas.

Por otro lado: ¿hacia que fín o propósito me expreso, o la expresión fluye de mi fuente por fluir?

Fluye a raíz del pensamiento, del sentimiento, fuente etérea, no corpórea, manifestada en materia y plasmada en algo físico, como el cuerpo, la madera, el acrílico.

¿Y la palabra expresada es corpórea; en dónde queda plasmada, en un papel o libro?

Ya sea tangible o no, la fuente fluye, los sentimientos y pensamientos estallan si se agarran o se esconden, fluyen como aguas en canales y ríos, fluye porque no nos pertenece, le pertenece a todos, tiene que brotar.

Es hermoso si lo hacemos de manera santa y sublime, entregando lo mejor de nuestro ser, de nuestra fuente... así podré creer que religión, devoción y arte, es una sola realidad.

Calles fantasmales

Era aún noche cerrada. Habían apagado los faroles de gas de las esquinas y el cochero, sumergido en un capote que sólo le dejaba los ojos al aire... [L]as calles, solitarias y oscuras, le parecieron fantasmales. Pero, a las orillas del Sena, el embarcadero hervía de pasajeros...

Flora en Auxerre

Abril de 1844

M. Vargas Llosa

Mientras leía a Mario Vargas Llosa, miré por el túnel de mis ojos lo que ocurría por éste callejón...

Los ojos le abrían y cerraban como si mascaran, a prisa, con ansiedad, mirando a cada esquina, velando la sorpresa mediata. Todo cerrado, seres ocultos debajo de sus sábanas, acalorados por algún cuerpo dormido. Olor a frío, a humedad, a escombros tirados en la esquina, a orín de pasillo, garganta a punto de ser afligida, carraspeo incólume. Se rascaba las huellas que le afligían el cuerpo, estaba marcado con el recuerdo, huía, corría y huía.

Caminaba de prisa, oídos atentos al aullido del perro que zarpó al barco que le esperaba en la orilla, se apretaba las manos para que no se les durmieran en los bolsillos... ya era tarde.

Al paso, alargaba las piernas; y el humo que salía por su boca dejaba el recuerdo en aquellos aires, bajo aquella atmósfera, como entes fantasmales que se apoderaban de la noche, para luego dormir en el día.

Zarpó, -en medio de decenas de pasajeros-, buscó un rincón, se sentó a solas, prendió un cigarrillo, sin decir adiós.